-Dra. no tengo palabras para agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Mi vida esta recuperada, existe en ella una nueva esperanza, pensaba que ya no habría nuevos horizontes para mí y acá estoy con nuevas esperanzas, con un mundo que sabe a vida, a primavera y a nuevos sueños. ¡Usted me ha dado una nueva oportunidad!
-Me alegro tanto por usted y por mí. Tantos años luchando con el dolor, la enfermedad y la muerte. Esta hermosa profesión que elegí desde muy pequeña y que me ha dado tanto, ¡tanto!, compartir con las personas, aprender de ellas, poder alejarlas del dolor y de la muerte. La lucha diaria de esta profesión y la satisfacción permanente de sentirse útil, de un sueño realizado: salvar vidas, ayudar, triunfar sobre el dolor. Sentirse un poco Dios (tal vez esta frase sea muy vanidosa), pero no puede evitarse sentirlo, a veces, cuando uno lograr salvar vidas, dar un consuelo, ayudar, siempre ayudar; la meta de mi vida...
-Hijito mío, el sueño de mi vida, la luz de mi existencia, la alegría de tenerte, de redescubrir el mundo a través de tus ojos curiosos y siempre sorprendidos, la maravilla de ver tus pequeñas manitos ir abriéndose camino en la vida, soñarte un futuro triunfal...Hoy estas enfermo...Y no puedo creerlo, yo que ayude a tantos, que salve a muchos, no puedo ayudarte, nadie puede hacerlo; lo se mejor que nadie, la luz de tu alma está condenada y...yo no puedo hacer nada. Es un dolor indescriptible, desgarra el alma y estruja el corazón. Yo que ayude a tantos, no tengo nada para ofrecerte, solo tenerte la mano y esperar a que...no, no voy a decirlo, solo esperar...
-He fracasado, la mano que sostiene la antorcha debía ser la mía, yo debía estar caída entregándote el futuro, pero la vida quiso que fuese al revés, no estas sobre el caballo, no me atrevo a decir las palabras que mencionan donde estas...
-La vida no es injusta... simplemente carece de lógica...
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